Libro del mes: The Bell Jar de Sylvia Plath

17 de septiembre de 2015
Syvia Plath es de mis escritoras favoritas, y he dedicado anteriormente una entrada a ella. Me imagino que Shabría sido grande enteramente por sus palabras y no sólo, como algunos la acusan, por su tragedia. A pesar de corta trayectoria, tanto encontramos sus palabras como evidencias de las constantes idealizaciones como el cuerpo que dejaron aquel suicidio -que muchos pensamos podría haber ser interrumpido-. Los más honestos diarios, sus cartas, sus poemas y su única novela "The Bell Jar".

La Sylvia escritora, irradia y hace sombra a un puñado de otras proto Sylvias, aquellas otros yo frustrados, en hermosos capullos y, profundos y fértiles brotes debajo de ella. Estas múltiples construcciones se asoman a través de la campana de cristal.





Tenía tiempo familiarizándome con su trabajo leyendo todos sus poemas publicados, diarios y dos de las múltiples biografías (por dos autoras con vistas polares de Sylvia), conscientemente quise dejar su novela hasta el final. Sabía que era un roman a cléf, quería tener una idea previa antes de leerlo, con sus respectivas advertencias y los ases escondidos entre sus otras obras que podían ofrecerme sus biografías.

The Bell Jar o La campana de cristal, Esther Greenwood es una joven criada en los suburbios de Boston, con aspiración de escritora y ganadora de múltiples becas, que pasa el verano por primera vez en Nueva York como interna en una renombrada revista. Sin embargo, ni los glamurosos estilos de la vida citadina, ni los interesantes pretendientes, ni las nuevas amistades la emocionan. Regresa a casa pendiendo de la esperanza de recibir una beca para poder participar en el curso de un renombrado autor, solo para recibir la noticia de que no había sido aceptada. Empiezan entonces a agudizarse el insomnio, la sensación de vacío crónico y la idea de morir. 

La mejor manera de introducirles a The Bell Jar es, por supuesto, leyendo la brillante historia del árbol de higos, un extracto de los más citados de su obra:

Vi mi vida desplegándose ante mí mi vida como las ramas de la higuera verde…
En la punta de cada rama, como un grueso higo morado, me hacía señas y me llamaba un futuro maravilloso. Un higo era un marido y un hogar feliz e hijos y otro higo era una famosa poeta y otro higo era una brillante profesora y otro higo era E Ge, la asombrosa editora, y otro higo era Europa y África y Sudaméricca y otro higo era Constantino y Sócrates y Atila y un montón de amantes con nombres extraños y profesionales originales y otro higo era una campeona del equipo olímpico y por encima y más allá de todos los higos había muchos más que ni siquiera podía distinguir.
Me veía sentada en la horquilla de la higuera, muriéndome de hambre, sólo porque no podía decidir qué higo quería elegir. Los quería todos y cada uno, pero elegir uno significaba perder todos los demás…



En primer plano Esther distingue el higo que representa un esposo y familia feliz; Sylvia Plath logró tener una, amaba a su esposo y a llego a dejar muchas actividades para enfocarse en sus hijos, pero el amor no fue suficiente. En seguida aparece el higo de ser una poeta famosa; que a pesar de su aventajada relación amorosa con un ya reconocido poeta y que de manera individual logró involucrarse en altos circulo literarios, de haber publicado en vida un libro de poemas y una novela, aquel debut artístico no fue suficiente.

En segundo plano se encuentra el higo de un profesora brillante, la  idea de ser una prolifera académica, y lo cierto obtuvo una jugosa beca en el Smith College, una institución privada para mujeres en artes liberales, fue líder en clase, tanto en notas como siendo jefe de grupo, cabecilla de muchas organizaciones estudiantiles y editora de revistas locales; y más tarde, se le ofreció dar clases en esa misma institución, pudo haber sido un excelente comienzo por alcanzar aquel higo.

Y un planos posteriores, el higo de ser una famosa editora, el de países lejanos, viajes interminables, otro lleno de amantes con curiosos nombres e interesantes profesiones; estaban también los higos con precedentes poco explorados como la joven olímpica y otras decenas de posibilidades infestando la higuera.

A pesar de todo, como refleja perfectamente en Esther, entre más posibles Sylvias se develaban en el horizonte, entre más cosas deseaba, más cerca se encontraba de no desear nada en absoluto.

Plath entendió que ni el amor, ni su poesía, ni un par de adorables hijos, ni el reconocimiento académico pueden ser suficientes cuando se esta tan profundamente triste. Se suicidó por la mañana metiendo su cabeza en el horno. Sylvia era suicida, en sus obras bosqueja prometedoramente esta condición, al igual que sus grandes habilidades como novelista,

¿Por qué lo hizo? Nadie se atrevió a preguntar. Porque – ¡qué valor! ¿Quién tiene el valor de prenderse fuego a sí mismo? Veinte aspirinas, un pequeño corte en las venas del brazo, puede que incluso pasar media hora en un tejado: todos hemos hecho alguna de esas. Y de alguna forma, incluso más peligrosas, como ponerte una pistola en la boca. Pero la pones ahí, notas el sabor, está fría y grasienta, tu dedo está en el gatillo, y te das cuenta de que hay un mundo entero entre ese momento y el momento que has estado planeando, cuando aprietes el gatillo. Ese mundo te derrota. Pones la pistola de nuevo en el cajón. Tendrás que encontrar otra forma. ¿Cómo sería ese momento para ella? El momento en el que encendió la cerilla. ¿Habría probado ya tejados y pistolas y aspirinas? ¿O fue solo una inspiración?Una vez, yo tuve una inspiración. Me desperté por la mañana y sabía que hoy tenía que tragarme cincuenta aspirinas. Era mi tarea: mi labor del día. Las puse en línea en mi escritorio y me las tomé una a una, contándolas. Pero no es lo mismo que hizo ella. Yo podría haber parado, a las diez, o a las treinta. Y podría haber hecho lo que hice, que fue ir a la calle y desmayarme. Cincuenta aspirinas son muchas aspirinas, pero salir a la calle y desmayarte es como poner la pistola de nuevo en el cajón.
Ella encendió la cerilla."   (Girl Interruted, Susanna Keysen)   



De ninguna manera trato de romantizar la depresión o cualquier trastorno que pudiera haber sufrido Sylvia Plath. 

Su nos recuerda que uno podría tenerlo absolutamente todo, o al menos, aspirar a tenerlo, pero estas cosas no dependen de ello, simplemente se posan encima de uno, evitando que podamos percibir la realidad tal cómo es, y hace que vivamos debajo de una campana de cristal.




Ilustraciones: Juliable

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